Las dietas secas son buenas en su gran mayoría, aunque no se puede negar que también tiene su aspecto negativo; como todo en la vida, siempre hay pros y contras. De este tema ya hablé hace un tiempo en otra entrada (Leelo acá) que puedes mirar si deseas ver mi opinión sobre ese tema. Con respecto a las dietas húmedas, veo más problemas que beneficios. Empezaré por dividir las dietas tipo BARF (Bones And Raw Food, que se refiere al uso de huesos e ingredientes crudos) en dos: Las caseras y las industriales.
Este tipo de dietas por lo general tienen el problema del desconocimiento, ya que son hechas por los propietarios que, en la mayoría de los casos, no cuentan con la asesoría de un profesional de la nutrición animal (zootecnista de preferencia o médico veterinario). Por esa razón, estas dietas tienden a llevar a sus mascotas a tener problemas de malnutrición y cambios en su flora intestinal. Dicho esto, viene un segundo problema que es común a todas las dietas que son BARF: es una dieta cruda que presenta una alta probabilidad de contaminación bacteriana.
En diferentes estudios hechos en dietas crudas en Estados Unidos (que cuentan con una regulación un poco más estricta que la nuestra) se han encontrado cultivos positivos para Salmonella, Shigella, E. coli enterotoxigénica, Toxoplasma gondii, Listeria y Brucella suis. En este momento muchos podrán decir: «Pero mucha comida de humanos viene contaminada también», y tienen mucha razón en decirlo, la única diferencia es que los humanos muy rara vez tenemos dietas basadas en alimentos estrictamente crudos y muchos de estos contaminantes son fácilmente eliminados mediante la aplicación de calor. Un buen ejemplo de esto es la Salmonella, que muere después de estar por 10 minutos a más de 60°C (la temperatura interna de una carne término azul).
En este punto muchos dirán: «¿y cómo hacen los animales que viven en ambientes naturales? Ellos comen todo crudo». Para este argumento tengo dos respuestas: 1. Los animales que cazan sus presas se evitan el tema de la contaminación cruzada de las canales, como se ve en los procesos industriales. Ellos comen animales cuya piel protege sus carnes, haciendo que estas estén en un punto casi estéril (sin microorganismos en ellos) en la gran mayoría de los casos; y 2. Los animales que consumen animales muertos con regularidad, desarrollan una flora bacteriana para “combatir” los patógenos que puedan existir en esta “dieta BARF natural”. Estos animales no presentan “súper intestinos” pero sí desarrollan un equilibrio en su flora intestinal, que es abundante en bacterias que contaminan normalmente los alimentos y que tienen el potencial de generar enfermedad.
Volviendo a nuestro tema inicial, hay otro grupo por analizar: Las empresas que producen dieta BARF. De estas podemos tener dos grupos simples: los grandes y los pequeños. Los grandes tienen procesos más estandarizados y prácticas de manufactura más estrictas. Los pequeños no tienen entes de control que los obliguen a tener buenas prácticas de manufactura (sea que las tengan o no, eso sólo lo sabe cada productor) y, aún si fuera una empresa grande, la manipulación de tanta cantidad de alimento hace más probable la presencia de contaminación cruzada.
Un ejemplo de lo anterior es el pollo, un ingrediente muy utilizado en la industria BARF, cuyas canales tienden a estar contaminadas con Salmonella y el hecho de estar congelada no la hace más limpia, pues la Salmonella tiene la capacidad de sobrevivir al congelamiento hasta por 78 semanas. Estos riesgos de contaminación, sumados a una vigilancia mínima para asegurar que se cumpla la norma establecida para la manufactura de estos alimentos, hacen que su consumo sea siempre un riesgo para nuestras mascotas.
Todos conocemos una persona que tiene un perro que come dieta BARF y «está mejor que cualquiera y no huele mal», dicen muchos. ¿Qué pasa ahí entonces? La respuesta es que vemos una verdad a medias. Las dietas tipo BARF suelen ser dietas pobres en fibra y ricas en grasa y proteína, lo que genera un desbalance de la flora intestinal y aumenta las poblaciones de bacterias tipo Clostridium y Fusobacterium (dos generadoras de enfermedades muy graves) con un efecto muy particular: mejoran la consistencia de las heces y aumentan la absorción intestinal de proteína. El problema de esta condición es que, en un momento, cuando las defensas estén bajas por estrés, ansiedad o enfermedad, la posibilidad de sufrir una enterocolitis clostridial es mucho mayor (basados únicamente en el aumento de las poblaciones de este tipo de bacterias).
¿Será entonces que no hay posibilidades de ver algo bueno a la dieta BARF?
Las dietas no son buenas o malas per se, solo están mal manipuladas y/o formuladas. Comer carne cruda es un evento normal para casi todos los carnívoros, pero la consecución de materias primas libres de contaminantes es casi imposible en nuestro medio. Una opción para aquellos que quieren ofrecer alimentos húmedos a sus mascotas, sin generar muchas alteraciones en su flora intestinal ni en su “bienestar nutricional”, podría ser una dieta preparada en casa, bien cocida, rica en proteínas de origen animal de buena calidad, con una adecuada proporción de fibra y carbohidratos; además, sería ideal que se estableciera con la ayuda de un profesional de la nutrición animal (Ojo, no todos los veterinarios están en la capacidad de formular dietas).
Conclusión
Esto es sólo la opinión de un médico veterinario. Les recomiendo unas lecturas para entender muchísimo más a fondo las ventajas y riesgos que tiene esta dieta.